Día por día: cómo avanza el COVID-19 en el cuerpo humano
El camino del SARS-CoV-2 está marcado: desde el comienzo de la infección, pasando por la evolución del virus, hasta la resolución por parte del sistema inmunológico o la victoria del patógeno. Qué ocurre en cada momento
En estos dos años y medio de pandemia (Covid-19), hemos visto como el coronavirus ha evolucionado y cambiado nuestras vidas. El mundo ya no es el mismo, luego del paso de una enfermedad que hasta ahora suma 560 millones de infecciones y 6,3 millones de muertos.
En este tiempo, la ciencia ha logrado un avance muy importante: las vacunas para hacerle frente a la enfermedad COVID-19 y prevenir en algunos casos su contagio y en la mayoría de los organismos, evitar la enfermedad grave y la muerte.
En estos dos años y medio de pandemia, hemos visto como el coronavirus ha evolucionado y cambiado nuestras vidas. El mundo ya no es el mismo, luego del paso de una enfermedad que hasta ahora suma 560 millones de infecciones y 6,3 millones de muertos.
En este tiempo, la ciencia ha logrado un avance muy importante: las vacunas para hacerle frente a la enfermedad COVID-19 y prevenir en algunos casos su contagio y en la mayoría de los organismos, evitar la enfermedad grave y la muerte.
Para dise, los científicos debieron estudiar minuciosamente cómo afecta y golpea el virus en nuestro cuerpo, recorriendo día a día su evolución, desde el comienzo de la infección hasta la recuperación del paciente o su muerte.
Día 0, infección
Todo comienza cuando el virus ingresa en nuestro organismo después de tener un contacto estrecho con otra persona infectada con el virus SARS-CoV-2. El contagio se produce a través de la micropartículas del virus que una persona infectada libera al hablar, cantar, gritar, toser, estornudar o simplemente exhalar, luego de respirar. Los expertos aclaran que la cantidad de virus varía considerablemente de un individuo a otro.
“Algunos tienen una carga baja, 10.000 copias virales por mililitro de saliva”, calcula el virólogo brasileño José Eduardo Levi, coordinador de investigación y desarrollo de los Laboratorios Dasa.
“La carga promedio oscila entre 10.000 y 1 millón de partículas, pero vemos algunas que llevan hasta 1000 millones de copias virales por mililitro de saliva”, compara el especialista, quien también es investigador del Instituto de Medicina Tropical de la Universidad de San Pablo. Las gotitas con patógenos viajan por el aire en interiores cuando las personas hablan, respiran o comen. Ahora se sabe que la transmisión por el aire juega un papel muy importante en la propagación del COVID-19, en comparación con los primeros meses de la pandemia, donde el lavado de manos se consideraba la principal recomendación para evitar la transmisión.
Esas gotas de la exhalación cálida de una persona se mezclan con el calor corporal y las corrientes de aire en el área para subir y viajar por toda la habitación y poner a todos en una habitación bien mezclada en riesgo de transmisión aérea. Estas diminutas gotitas infectadas pueden lanzarse directamente sobre nuestra cara, o permanecer en suspensión, “vagando” por el ambiente durante minutos o incluso horas (en una dinámica muy similar al humo del cigarrillo), dependiendo de la circulación de aire del ambiente en cada lugar.
Por ejemplo, si alguien infectado con coronavirus usa un barbijo y canta en voz alta en una habitación cerrada, una persona que está sentada al otro lado de la habitación no está más protegida que alguien que está sentado a solo metros pies de distancia del infectado. Esta es la razón por la que el tiempo que pasa en el área cerrada es más importante que lo lejos que se encuentra de la persona infectada.
Al inhalar el Sars-CoV-2, éste utiliza la punta espiga (también conocida como espiga o proteína S), que se encuentra en la superficie de su estructura, para conectarse a los receptores en las células de la mucosa de la nariz, la boca e incluso los ojos. A partir de ahí, comenzará la rutina común de cualquier virus: invadir la célula y utilizar toda la maquinaria biológica para crear incesantemente nuevas copias de sí mismo. “En esta replicación produce de 100 a 1000 nuevos virus en una sola célula. Este es un número tan grande que la célula no puede soportarlo, estalla y muere. Estos virus luego se liberan y repetirán este proceso en las células vecinas”, indica Levi. Mientras se está replicando, muchas copias resultan fallidas y es allí cuando se generan nuevas mutaciones genéticas y variantes.
Días 1, 2 y 3, incubación
Luego de invadir las primeras células, el Sars-CoV-2 avanza a la siguiente etapa: “ganar terreno” y ampliar el espectro de acción. Las miles de copias que se liberan de cada célula invadida avanzan cada vez más en el organismo: comienzan a trabajar en la superficie de la cara, después entran en la nariz, bajan hasta la garganta y finalmente llegan a los pulmones.
Este período de evolución silenciosa, en el que la presencia del virus no genera ninguna señal, se conoce entre los expertos como incubación. Según un informe de la Agencia de Seguridad Sanitaria del Reino Unido, la incubación de la variante Alfa duró un promedio de cinco a seis días. Pero con la variante Delta, esa ventana se redujo a cuatro días. Y ahora con Ómicron, el período entre la invasión viral y la aparición de los síntomas se ha reducido aún más y es de solo tres días. Los médicos aclaran que el tiempo de incubación puede variar: en algunos casos, los síntomas aparecen hasta 14 días después del contacto inicial con el virus.
Días 4 a 14, aparición y evolución de los síntomas
Después de días de avance a través de las vías respiratorias superiores (nariz, boca y garganta), nuestro sistema inmunológico reacciona mediante un contraataque. La primera línea de defensa involucra células como neutrófilos, monocitos y células NK (asesinas naturales en sus siglas en inglés). Con el tiempo, entran en juego otras unidades inmunitarias, como los linfocitos T, que coordinan una respuesta más organizada a la invasión viral, y los linfocitos B, que liberan anticuerpos. Los síntomas que se dan en algunas personas son precisamente por esta reacción inmunológica: la secreción nasal, la tos, la fiebre y el dolor de garganta son, al mismo tiempo, intentos de eliminar el virus del organismo y un efecto de tantas células trabajando de manera incesante.
“En general, la tendencia es que los peores síntomas, como dolor de garganta y fiebre, duren alrededor de tres días”, estima la infectóloga y viróloga Nancy Bellei , profesora de la Universidad Federal de San Pablo. Desde un punto de vista individual, descansar y mantenerse bien hidratado es fundamental para asegurar una buena recuperación y dar “oportunidad” a que el cuerpo reaccione bien.
Día 15 en adelante: resolución de la infección (o inicio de síntomas duraderos)
Pasadas hasta dos semanas desde el contacto con el coronavirus, el sistema inmunitario suele “ganar la batalla” e interrumpe su proceso de replicación y destrucción de las células la mayoría de las veces. La vacunación previa es clave para generar esa victoria ya que las dosis permiten que las unidades de defensa estén “entrenadas” de manera segura para que sepan cómo combatir el patógeno incluso antes de que entren en contacto con él.
En algunos casos, por desgracia, el cuadro no evoluciona tan bien: el virus consigue ganar mucho terreno, llega a órganos vitales (como los pulmones) y genera un cuadro inflamatorio muy grave y neumonía. La neumonía ocasionada por el COVID-19 hace que los sacos de aire dentro de los pulmones se llenen de fluido. Como consecuencia, estos órganos disminuyen su habilidad para tomar oxígeno, lo cual ocasiona falta de aire, tos y otros síntomas. Si bien la mayoría de personas se recupera de una neumonía regular sin consecuencias importantes en los pulmones, la neumonía asociada al COVID-19 es mucho más severa. Generalmente, estas situaciones requieren ingreso en la Unidad de Cuidados Intensivos e intubación, además de aumentar el riesgo de muerte.
Incluso en pacientes que se han recuperado bien, existe el riesgo COVID prolongado o de larga duración, marcado por molestias que duran meses (o incluso años). Aunque esta área todavía está rodeada de muchas incertidumbres, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE.UU. estiman que hasta el 13,3% de las personas con COVID tienen síntomas de larga duración durante un mes o más. Alrededor del 2,5% reportan problemas durante al menos tres meses.
También según la institución, más del 30% de los pacientes con coronavirus que fueron hospitalizados aún después de 6 meses, siguen teniendo algún malestar, que van desde cansancio y dificultad para respirar hasta ansiedad y dolor en las articulaciones. Los CDC señalan que “están trabajando para comprender más sobre estas experiencias posteriores a la COVID y por qué ocurren, incluido por qué algunos grupos se ven afectados de manera desproporcionada”.
Infografías: Marcelo Regalado
Fuente: Infobae